¿Sábanas o zumos?


Cuán gustoso placer me produce estar vivo,
con especial singularidad los días que sí que estoy vivo.
Acostarme en una cama que es como hierba virgen
y me cubre con sábanas dulces, frescas y tiernas.
Caigo entonces en este precioso placer diario
y me extraño por reconocerlo tan pocas veces.

Es que una misma escena puede ser agria o suave,
igual que una sábana o un zumo de naranja.
Como la diferencia entre beber coca-cola
y beber cualquier cosa, por ejemplo, coca-cola.
Mientras unas noches duermo, otras las descanso
y la mayoría de ellas tan sólo las paso, solo.

Distingue acostarse a las nueve de la mañana
que aceptar la derrota a las nueve de la mañana,
cuando las horas ya han perdido su sentido
y el sueño parece no depender de nada ni nadie.
Pueden sucederse los días sin que se sucedan
o pueden poder las cosas y seguir sin ser realmente.

Pero igual sucede que es lo mismo ser lo mismo
y uno mismo se atreve a decir cuánto gusto
cuando en verdad está bebiendo zumo de naranja frío,
o tal vez bebiera coca-cola o fumara un cigarro,
y sigue rehuyendo las sábanas porque sabe
que ni resultan suaves ni el tiempo tiene sentido.

Así puede encontrarse, si lo precisa la suerte,
a cualquiera de nosotros, alguna mala noche,
fumando u oyendo música repetitivamente,
o bebiendo y escribiendo de igual manera.
Podrá perdonarse, en tal caso, el deseo insano
de juntar tres o más palabras y colárselas a cualquiera.