Una madeja sin cuenda

Una madeja sin cuenda, un dios algo cansado, necesitado de sueño, o de sueños. Una respuesta absurda a otra pregunta no formulada, más absurda aún. Se mueve a tu lado, camina, la mayoría de veces salta, mira, habla, grita, muerde y vuelve a saltar, y de pronto, sólo camina, sin saltitos, sin mordiscos, con una pereza que le brota de tan adentro que no es suya, de tan íntima y desconocida. Y no sabe, y tú tampoco sabes, aunque lo sepas.
Y mañana lloverá, y las brumas y nieblas grises se levantarán de nuevo, briznas de incomprensión tejerán nuevas paredes y muros, y de nuevo el jardinero se levantará temprano para podar. Pero no podará, porque la niebla no puede cortarse con ningún filo material.
Así que el tiempo irá pasando, entre los dedos como arena de vacaciones, como el tiempo que se va mientras lo miras, mientras lo sueñas, mientras intentas ordenarlo, y de pronto habrá pasado. Y un buen día la luna volverá a bajar a la tierra para saltar entre la hierba verde y la arena de la playa, reunirá a sus consortes de nuevo y darán unas nuevas mil vueltas al mundo, hasta el principio de todo, donde la niebla vuelve a nacer y los pespuntes se deshacen.

1 comentario:

  1. els dos ho sabem encara que no volguem...
    un dia de pluja, un cafè reconstituent i poc més; no tinc res a oferir.te perquè sóc una llunàtica...

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